6 de diciembre de 1996
Epworth Heights
Luddington, Michigan
Mi queridísima Kay:
Estoy sentado en el porche, contemplando el lago Michigan. Un viento penetrante me advierte que necesito un corte de pelo. Recuerdo la última vez que estuvimos aquí, los dos olvidamos quién y qué somos durante un preciso instante de nuestro tiempo. Necesito que me escuches, Kay.
Estás leyendo esto porque estoy muerto. Cuando decidí escribirlo, le pedí al senador Lord que te lo entregara personalmente a principios de diciembre, un año despues de mi muerte. Sé que la Navidad siempre ha sido una época muy difícil para ti, y ahora debe ser insoportable. Mi vida empezó cuando me enamoré de ti. Ahora que ha terminado, el regalo que puede hacerme es seguir adelante.
Naturalmente, te has negado a enfrentarte a lo ocurrido, Kay. Has corrido hacia escenas del crimen y has practicado más autopsias que nunca. Te has dejado consumir por los tribunales y la dirección del instituto, por las conferencias, por tu preocupación por Lucy y tus enfados con Marino, por eludir a tus vecinos y por tu temor a la noche. No te has tomado ningún día libre, ni por vacaciones, ni por enfermedad, por mucho que lo necesitaras.
Ya es hora de que dejes de huir de tu dolor y me permitas consolarte. Tómame mentalmente de la mano y recuerda las muchas veces que hablamos de la muerte sin aceptar jamás el poder de aniquilación de cualquier enfermedad, accidente o acto de violencia, porque nuestros cuerpos sólo son los trajes que llevamos. Y nosotros somo mucho más que eso.
Kay, quiero que creas que de alguna manera sé que estás leyendo esto, que de alguna manera estoy cuidando de ti y que todo va a salir bien. Te pido que hagas una cosa por mi, en conmemoración de una vida que tuvimos y que nunca terminará. Telefonea a Marino y a Lucy. Invítalos a cenar esta noche. Prepárales una de tus famosas cenas y resérvame un sitio.
Siempre te querré, Kay.